Corred, maldit@s, corred

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– “Buenos días, ¿te apetece hacer la maratón mañana andando?” – me preguntaba un sms el sábado por la mañana.

– “¡Vale! Pero, ¿tenemos tiempo de apuntarnos?” – respondía yo casi con la certeza de que ya estaba cerrada la inscripción.

– “Me informo y te cuento.”

– “Vaya, en la página web dicen que la inscripción ya está cerrada para residentes.”

– “Espérate que llamo a un contacto que lleva aquí mil años e igual sabe donde podemos conseguir entradas de última hora.”

– “No, no. Me temo que las entradas se agotaron hace ya varias semanas. Lo que podéis hacer, que lo hizo una amiga mía el año pasado, es colaros. Solo tenéis que poneros una camiseta roja. No creo que comprueben quien lleva entrada y quien no porque habrá miles de personas competiendo y les llevaría todo el día.”

Pues no se hable más, que de caraduras está el mundo lleno y nosotras no íbamos a ser menos. ¡Ja! Afortunadamente mi amiga tenía una camiseta roja para prestarme, enorme, pero roja, y con el lema “no necesitamos otro McDonald’s”. En línea con el lema de las camisetas oficiales: “reduce las diferencias para alcanzar los objetivos del milenio”. Bueno, más o menos.

Así que el domingo por la mañana nos plantamos en Meskel Square dispuestas a saltarnos las reglas. La preocupación inicial ante la posibilidad de que pudieran pillarnos se disipó en cuanto pudimos comprobar que más de uno se sabía “el truco”, y que los había incluso que llevaban camisetas que tenían de rojas lo que yo de etíope. Alguien de entre la multitud nos ofreció camisetas oficiales de reventa a precio de oro que nosotras, por supuesto, no compramos.

Cruzamos la línea de salida sin contratiempos y eso que llevábamos un reclamo de envergadura para no pasar desapercibidas: ¡una bebita a cuestas! Muchos participantes gritaban “hola bebé” y más de uno nos echó una foto. Este país adora a los niños y el derecho a cogerlos en brazos o besarlos se da por sentado, sin que sea necesario el consentimiento previo materno o paterno.

Nos lo pasamos pipa durante los diez kilómetros. Disfrutamos viendo los grupos que iban bailando y cantando mientras hacían el recorrido. Nos reímos con los disfraces de alguno y con las pintas de otro (Urkel, ¿de verdad eras tú?). Robamos fotos de ciertos participantes. Hubo un momento en que fuimos aplaudidas y vitoreadas por un público animado por ver a la peque. En el kilómetro 8 paramos a comprar una bien merecida cerveza. En el kilómetro 8,1 nos grabaron en la tele con la enana a cuestas y la cerveza en la mano. En el kilómetro 8,2 otros participantes nos gritaron que la cerveza era una droga (?!). En el kilometro 8,5 ya no había rastros de las cervezas. Y, en el kilómetro 10 no nos dieron ninguna medalla pero nos dio igual, porque como dicen por ahí: “lo importante, es participar.”

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